miércoles, 7 de diciembre de 2011

Los mexicanos ‘de segunda’

Carlos Heredia Zubieta

     Es innegable: los mexicanos somos xenofóbicos. Según el diccionario, eso significa miedo, suspicacia, hostilidad, o rechazo hacia el extranjero.
     Uno de cada cinco canadienses y uno de cada ocho estadounidenses nació en suelo extranjero. Los canadienses nacidos en Europa, Asia, África o América Latina integran florecientes comunidades culturales. Estados Unidos absorbe y asimila talento extranjero como ninguna otra nación. Ambos, como México, enfrentan problemas de racismo en la convivencia cotidiana, pero al menos su legislación no discrimina a sus ciudadanos nacidos en el exterior.
     En contraste, el número de extranjeros que vive en México es apenas una de cada 116 personas. Si un extranjero viene como turista, es muy bienvenido, pero si se queda a vivir entre nosotros y se naturaliza mexicano, no lo admitimos como miembro pleno de la comunidad nacional. Es normal que el legislador distinga entre mexicanos y quienes no lo sean para el acceso a cargos públicos, pero no debería hacerlo entre mexicanos por nacimiento y mexicanos por naturalización.
     Van dos botones de muestra. José es mexicano naturalizado; hace su tarea como funcionario federal de manera impecable, pero enfrenta el recelo de sus colegas porque habla español con acento caribeño. Martha llegó de Sudamérica a México de niña, se naturalizó mexicana y hoy es una exitosa activista en un organismo de la sociedad civil; sin embargo, ella no podría encabezar la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo porque ésta reserva su cargo de mayor rango para los mexicanos por nacimiento.
     Quienes se naturalizan como mexicanos han adoptado a México como el país donde quieren criar a su familia, vivir y trabajar. Ya son mexicanos, pero los relegamos a una categoría inferior, como ‘mexicanos de segunda’. Esta es una disposición antidemocrática que contradice los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por México.
     Salvo el cargo de Presidente de México, reservado a los mexicanos por nacimiento, es tiempo de que nuestra legislación y nuestros usos y costumbres terminen con este doble rasero y otorguen derechos plenos a todos los mexicanos, tanto por nacimiento como por naturalización.

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